Otra semana
más había pasado y yo cada vez conocía más a Damián. Sabía que tres días a la
semana entrenaba en el circuito con la moto, que es más popular de lo que en un
principio se ve, y que da igual el tiempo que pase…, me va a odiar siempre.
Tiago y mi
madre intentaban encasquetármelo en cuanto podían (y yo encantada) pero Damián
tenia escusa para todo. La gota que colmó el vaso fue cuando, aun sabiendo que
la librería está en la otra punta de la ciudad, no me quiso llevar con la moto,
alegando que a él no le hacía falta ese libro y claro, ¿Cómo iba a hacerme un
favor a mí? El sentimiento de atracción estaba derivando en un sentimiento
de odio mutuo.
Lo empezaba a
ver con otros ojos. El lunes, nada más
levantarme, me dio por sacarle fallos absurdos. Para empezar no se había afeitado
(aunque eso le daba aun mas pinta de malote), la pulsera de su mano izquierda
no pegaba con su chupa de cuero (demasiado femenina) su pelo, demasiado
revuelto, (y yo quería revolvérselo mas) suspiré aparatosamente mientras
desayunaba enfrente de él. Nada de eso se podía considerar un fallo. Pero
alguno tendría, estaba segura.
La
personalidad, susurro mi subconsciente. O su miembro me susurró a su vez otra
voz. Me atragante con la magdalena, mi cara, roja como un tomate. Malditos
pensamientos. Malditas hormonas.
Mi madre vino
a darme palmaditas en la espalda, mientras Tiago me ofrecía un vaso de agua.
Mire a Damián, quien me observaba con curiosidad. Al instante mi mente lo
imagino desnudo.
Me bebí de un
trago el vaso de agua y me levante para rápidamente de la mesa. ¿Qué le pasaba
a mi cuerpo?
— ¿Estás bien?, — preguntó mi madre.
Subí a mi
cuarto a por la mochila. Cuando bajé, Damián ya se había ido en su moto, como
siempre.
—
Pídele a Damián que te lleve en la moto al instituto. Sería más fácil, — comentó Tiago. Hice una mueca, apunto de responder
que eso no era buena idea.
—
Da igual, así voy con Enzo.
Me despedí de ellos y Salí dirección a la parada del
bus. Me encontré con Enzo en el camino.
—Menuda cara traes.
—Me lo he imaginado desnudo, —solté a bocajarro. En
el momento que lo dije, Enzo comenzó a partirse de risa. Lo mire mal.
—La pregunta es ¿Quién no?. Tú has tardado semanas
yo tarde segundos cari.
—No entiendes el problema. Al principio, a mi yo le
gustaba Damián, y eso estaba bien, porque no lo conocía. Ahora lo conozco, y a
mi yo no le gusta Damián, pero mi cuerpo piensa otra cosa. Eso es malo.
— Eso
es falta de fiesta, — dijo
giñando un ojo. — No te preocupes que este jueves conseguiremos a alguien que
te apañe el cuerpo.
—No quiero a nadie — dije, pero luego lo pensé
mejor. — No me quiero
liar con nadie de clase.
—Veré que puedo hacer, —comento con una sonrisa.
Un coche pito a nuestras espaldas. Nos dimos la
vuelta y vimos a Tiago.
—Ina, dale esto a Damián y recuérdale que tiene que
estar allí a las cinco. —Me tendió un papel con una dirección y varios nombres
extraños. Asentí hacía él y me despedí. Nuestros padres siempre trabajaban
hasta tarde. Mi madre era la única que comía con nosotros.
— ¡Anda! Ya tienes excusa para hablar con él. —Miré
a Enzo. Un revoloteo extraño se instaló en mi estomago. El día acababa de comenzar
y a mi ya se me estaba haciendo largo.
Al llegar a clase, dejé las cosas en mi pupitre. Vi
a Damián, que se encontraba en la última fila, sentado en su mesa, hablando con
varios chicos de clase. Mire a Enzo en busca de algo de seguridad.
— ¡Ala tira! —, dijo empujándome. Que delicadeza
tenia…
Llegué hasta donde se encontraba. Estaba hasta
nerviosa, y eso que no habían pasado ni veinte minutos desde que lo vi por
casa.
—Damián…—, lo llamé. Ocho pares de ojos se
dispararon hacia mí. Los tres chicos que estaban hablando con él se callaron y
me observaron con curiosidad.
—Tiago…
—¡Buenos días! —, gritó una rubia, al tiempo que se
sentó en la mesa de Damián y le daba dos sonoros besos en las mejilla. —Hola
chicos.
Todos la saludaron con confianza. Yo no la había
visto en mi vida, y por la tranquilidad de esta, iba a mi clase seguro.
Volví a mirar a Damián, dispuesta a darle el recado
de su padre. Pero tres chicas más aparecieron haciendo un círculo alrededor de
su mesa y dejándome a mí atrás. Él ni siquiera me miraba (y estaba segura de
que me había visto) todos comenzaron a hablar y yo me sentía ignorada.
Mire a Enzo en busca de apoyo, me sentía muy mal. Me
acababa de ignorar frente a compañeros de clase.
Enzo se levanto de su silla. Llegó a mi lado y acarició
suavemente mi cabeza. Abrazándome contra su costado. Me picaban lo ojos, tenía
ganas de pegarle un tortazo e ir a algún sitio a llorar. Enzo me quitó la nota.
—
Tu padre dice que vayas aquí a las cinco, — dijo colándose en el grupo y dándole el papel a
Damián.
—Vale, —contestó el.
— ¿Tu no eras gay? —, pregunto un chico con una
enorme cresta punky en la cabeza.
Enzo sonrió a mi lado y sin decir nada me apretó más
contra él, dándome un sonoro beso en la mejilla. Me reí ante su muestra de
afecto. Yo le notaba mucha pluma a Enzo, pero claro, era al que mas conocía. Enzo se encogió de hombros.
—Me va un poco de todo —contestó, medio en serio
medio en broma.
El chico con la cresta punky puso sus manos en mis
mejillas cogiéndome la cara.
—Déjame entonces mostrarte como besa un chico de
verdad, — me dijo. Intenté apartarme pero me tenía bien sujeta. Esto no me lo
esperaba.
Un golpe resonó en la clase. El chico me soltó
mientras se tocaba la parte de atrás de la rodilla.
—¡Me has dado una patada!, —se quejó.
Todos miramos a Damián, que seguía tranquilamente en
su mesa, mirando al chico y negando con la cabeza.
—Ella no, —dijo Damián.
Al segundo, todos me miraron como si se les hubiese
escapado algo. Y era verdad. El problema era que yo tampoco entendía que se me había escapado.
Me pase toda la clase haciéndome pajas mentales. ¿Cómo podía ser tan estúpido?
Nada más salir me fui a la azotea con Enzo, más
cabreada que un mono.
—No solo tiene que repudiarme él, sino que sus amigos
tampoco pueden acercarse a mí. Di que sí.
— ¿Qué?, ¿estás loca? Eso ha sido el mayor ataque de
celos que he visto en mi vida.
Mi cara en esos momentos era un poema.
— ¿Tú has visto lo mismo que yo? —, goteé sarcasmo. —
porque vamos, ponte gafas. —Le dije alterada.
La puerta de la azotea se abrió, apareciendo tras
ella un Damián muy cabreado.
—Evita acercarte a mí en clase. O en cualquier otro
sitio. —Abrí la boca indignada ¿enserio?
—Perdona chato, pero solo le estaba haciendo un
favor a tu padre.
—Pues la próxima vez pipiola, que simplemente vaya
Enzo y me lo diga. — Siseó en mi cara. Gruñí muy alto.
— ¿Pero qué problema tienes conmigo?
La puerta se volvió a abrir. La chica rubia de esta
mañana apareció entonces.
—Damián ¿podemos hablar? —Dijo la chica. Damián
suspiro, tratando de recuperar su paciencia. Mientras se pasaba la mano por el
pelo.
—Ahora no Gema.
—Necesito hablar contigo ahora, — dijo la chica
entonces. —Y no me vas a hacer cambiar de opinión. —Susurró.
—No puedes esperar un jodido momento, —dije entonces
con rabia. Era la segunda vez que me interrumpía hoy. —¿Tienes que
interrumpirme siempre?.
—Cállate. —Me ordenó Damián.
— ¿Quién coño es esta? —, escupió Gema.
Damián paseo su mirada de ella a mí durante unos
segundos. Después miró al cielo no creyéndose lo que iba a hacer. Y
efectivamente, ni él ni yo nos lo creímos.
Damián acerco su cara a la mía y me besó.
Hola¡¡¡ espero que os haya gustado el capitulo¡¡ Comentar (L)
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