viernes, 24 de abril de 2015

Capítulo 5 (Como esquivar al amor)

5.

No había pegado ojo en toda la noche. Estaba hiperconsciente de cada parte de él que estaba junto a mí. Su brazo en mi cuello, su otra mano entrelazada con la mía, su pecho en mi espalda, ¡oh Dios! Estar contra su pecho me distraía más que cualquier cosa.

Me prometí a mi misma no dormirme y disfrutar de esta experiencia, pero, desgraciadamente el cansancio pudo conmigo y termine durmiendo.

Cuando desperté, Damián ya no estaba en mi cama. Me pregunté de que humor estaría hoy.
Me había dejado bien claro que nada iba a cambiar entre nosotros.  Pero mentiría si no admitiera que una parte de mi estaba emocionada por ver si había cambiado de idea.

Cuando baje para ir al instituto, Damián estaba como siempre. Callado en su lado de la mesa y con su desayuno.

—Buenos días, — me molesta muchísimo ver que, nuestro “momento de reconciliación” no lo había afectado en absoluto.

—Buenos días, — respondió indiferente.

¡Como podía estar así de tranquilo! Yo me estaba volviendo loca. Quería abrazarlo, que me besara. Quería quedarme aquí con él y no ir a clase. Quería hacer muchas cosas con él… muchas.
Me ruborice ente mis pensamientos. Lo había violado mentalmente, ¡Qué vergüenza!.

Damián me miro un instante. Resoplando, se levantó y subió a su cuarto. Yo por mi parte me senté a desayunar, rogándole a todos los dioses que no se hubiera dado cuenta de mis pensamientos, aunque tras su huida, no sabía que pensar.

Como ya era costumbre, Enzo y yo fuimos juntos y Damián en su moto. Paso todo el día ignorándome en el instituto. La cosa no mejoró en casa, apena me miro durante la comida y después se fue. Eran ya las diez de la noche cuando escuche la puerta.

Acababa de terminar de cenar cuando Damián entro como una avalancha.

—Súbete a tu cuarto, —demandó fríamente. ¿Qué?

—¿Por qué? — me queje, mientras él me cogía de brazo y me levantaba.

—Tú hazme caso.

—No me da la gana, ¿por qué me tengo que subir?

—Van a venir unos amigos y no quiero que te molesten, —dijo con sorna.

—Es decir, que no quieres que me vean. ¿Tanto te avergüenzas de mí? —Por un momento pareció sorprendido.

—Simplemente no estoy preparado para mostrarte al mundo como mi hermana, —algo en mí interior dolió.

—No soy tu hermana.

—No, no lo eres. Por favor sube arriba. No van a estar aquí más de una hora. —Algo en sus ojos me hizo obedecer.

No pasaron ni diez minutos cuando los golpes en la puerta comenzaron ¿Cuánta gente iba a venir?
Por dios esto era de primero de manual, se van nuestros padre y monta una fiesta. Lo peor era que la fiesta era en mi propia casa y yo no estaba invitada.

Mientras el jaleo de abajo crecía yo me entretuve escuchando música y leyendo un libro.
Cuando mire el reloj ya eran pasadas las doce. Salí de mi habitación, dirección al cuarto de baño con cuidado. No sabía por qué le había hecho caso, pero ya no tenía remedio. No quería que la gente supiera que estaba viviendo conmigo y que “éramos familia” en cierto modo lo podría entender.

Vestida con unos pantalones largos de pijama y una básica de tirantes, fui corriendo hacia mi cuarto.
Entro en mi cuarto suspirando por la carrera ¿por qué he corrido?

—Estas aquí, —grité del susto. ¿Qué coño hacía Darryn aquí? — Perdón, estaba buscando el baño.

—No pasa nada, —dije recuperándome del susto. —El baño esta al cruzar el pasillo. —Darryn, ignorándome se sentó en mi cama.

—No he querido preguntárselo a Damián, pero te lo pregunto a ti ¿Qué sois exactamente?
—Eso tendrás que preguntárselo a él.

—Pensaba que erais novios, pero está ahí abajo con Gema en su regazo y como v…

— ¡Que está ¿Qué?!

¿Me ha encerrado en el cuarto para traerse a sus amigotes de clase y darse el lote con esa?. Eso me enciende me enfurece y me cabrea.

Sin pensarlo cojo a Darryn por el cuello y lo beso. Apenas le doy un pico, me separo rápidamente ¿Qué hago? Yo no soy así. No me beso con nadie por despecho.

—Darryn lo siento, — que vergüenza.

Pero Darryn ni corto ni perezoso se acerca a mí y me vuelve a besar. Intento hacerle la cobra la víbora y todos los tipos de reptiles que sé, pero me tiene agarrada por la cabeza.

—Darryn no, — lo empujo.

—Lo siento, —dice alejándose de mí. —Tú has empezado.

—Y no sabes cuánto me arrepiento.

—No te preocupes será nuestro secreto. Pero ahora necesito saberlo, ¿Qué sois Damián y tú?

La puerta del cuarto se abre, y aparece Damián con una cara de mala leche brutal. Por un momento pienso que va a pelearse con Darryn o conmigo. Pero una vez más me sorprende.

—No le digas a nadie que vive aquí, ni que nos conocemos.

¿Eso es todo lo que importa? ¿Qué la gente no sepa quiénes somos?

—No te preocupes, —dice Darryn con cara de bueno, levantando las manos. Lentamente sale de mi cuarto dejándonos solos.

—No te lo voy a decir más veces. Él no te conviene.

—Eres un gilipollas, — digo negando con la cabeza. — Solo te importa que nadie sepa que nos conocemos. No te importan una mierda mis sentimientos. Como me haces sentir cuando te preocupas por mí y luego muestras indiferencia, como me siento cuando te permito dormir en mi cama y luego me ignoras…

—Ina…

—No te importa una mierda como nos sentimos mi madre o yo. Ni siquiera como se siente Tiago al ver el desprecio con el que nos tratas.

—No metas a…

—Fuera. Si no te importo nada fuera. No te quiero aquí.

—No tienes ni idea de lo que yo…

—¡Largo de aquí! No te lo repito Damián o sales ahora mismo o salgo.

Para mi sorpresa se va, dejándome pasmada. Pensaba que Damián no le daba importancia a las apariencias, pero al parecer para él lo son todo.

Diez minutos después ya no hay nadie en la casa. Yo estoy totalmente desilusionada. Pienso en que siempre me equivoco con Damián. Fallé con mi primera impresión y fallo con todo lo demás. No me lo puedo creer.

Al día siguiente ni siquiera nos decimos buenos días. El ambientes esta tan tenso que se podría cortar el aire con un cuchillo.

Pasamos el día el en su cuarto y yo en el mío. Para variar, nunca se por donde va a salir Damián y por la tarde me sorprende preguntándome que si quiero ir con él a la competición.

—Tú no quieres que vaya ¿Por qué me lo preguntas?

—No me gusta que estés sola en la casa tanto tiempo.

—Tranquilo que no soy como tú. No voy a montar una fiesta conforme mis padres me dejen la casa.
Damián me mira un largo tiempo, y tras suspirar me tira un casco de moto encima de la cama.

—En media hora nos vamos.

—Si no te importo nada ¿por qué te molestas?

Pero Damián no contesta y se va dejándome hecha una furia. ¿¡Como puede ser alguien tan bipolar!?
Pienso que no voy a ir, que él no quiere que vaya. Pero no entiendo su actitud, y mentiría si no reconociera que me gusta mucho la idea de subirme con él a su moto.

Me arreglo rápido, pantalones cortos, medias negras y una sudadera a juego con unas converse. Me suelto el pelo y me echo algo de colorete y rímel. Cuando cojo el casco para bajar, Damián abre la puerta de mi cuarto y me hace un gesto para que nos vayamos.

Que asco le tengo a esa seguridad que tiene. Ni yo sabía si iba a ir, ¿Cómo puede estar tan seguro él?
Bajamos en silencio. Nunca me he subido en una moto de cross por lo que estoy nerviosa. Son más altas que las normales y dan un poco de miedo. Me coloco el casco, que me está muy grande.

Con hábiles manos, Damián me lo ajusta para que no se mueva. No me había dado cuenta de que estaba conteniendo la respiración ¿Por qué con todo lo que ha ocurrido sigue teniendo ese efecto en mí?

Nos montaos en la moto en silencio. No sé bien si agarrarme al él o a la parte de atrás, pero Damián me coge por las rodillas y me acerca más él.

—Abrázame… quiero decir, agárrate a mí.

Por un momento saboreo sus palabras. Cuando lo agarro por sus caderas, el coge mis manos y las une delante de su estómago.

Nunca ir con alguien en moto me pareció tan íntimo. Era como si ese lugar estuviera hecho para los dos. El rodeado me mi o yo apoyada en él.

Arranca, provocando un fuerte sonido. Las motos de cross hacen mucho ruido. Acelera rápidamente y salimos disparados al circuito. Yo cagada de miedo, él por otra parte parece encantado.  
Cuando llegamos me doy cuenta que a pesar de los nervios iniciales he disfrutado el viaje y me gustaría volver a montar.

Nos metemos dentro del circuito y un montón de gente lo saluda. Un hombre con bastantes canas en a cabeza comienza a darle instrucciones mientras otros revisan la moto.

—Ve a ponerte el mono, —le dice.

Sorprendiéndome muchísimo – para variar- me toma de la mano y me lleva las gradas.

—Quédate aquí. Cuando termine la carrera vendré a por ti.

De repente estoy muy nerviosa, va a correr en una carrera de cross ¿y si se cae de la moto?

Antes de que se vaya lo cojo de la mano, Damián parpadea sorprendido.

—Ten cuidado, ¿vale?

Me acaricia la cara, en un gesto que hace que mi corazón salte. Puedo ver la ternura en sus ojos.

—Te prometo volver sano y salvo.

Y se va. Dejándome sola con miles de emociones. Apenas llevo dos días sola con él y siento que me voy a volver loca. Han sido muchos sentimientos en tan poco tiempo. Muchas emociones. Siento cosas contradictorias, cosas que no se explicar.

Si no me aclaro y él no se decide me voy a volver loca.

Hay mucha gente en el circuito. La carrera está a punto de empezar. Veo a Damián ir hacia la línea de salida. Esta guapísimo con ese mono.

Una niña pequeña de no más de seis años grita emocionada en la fila de abajo.

—¡Mira papá! ¡Miraaa!

—Tranquila pequeña, — el hombre se gira para dar un beso en la mejilla de la niña.

Todo se paraliza. Mis emociones estallan. No me lo creo, no lo entiendo. Algo en mi mundo se cae y me destroza por completo.

No estaba preparada para esto. Me tiembla todo el cuerpo. Tengo ganas de llorar y gritar. Una rabia que no sabía que tenía me consume por dentro. Siento como mis barreras caen, toda yo estoy cayendo.

El hombre mira distraídamente hacia atrás y después otra vez al circuito.  Y no tengo ninguna duda.

 Ese hombre es mi padre.



Holaa¡¡  Lo siento por tardar tanto en subir¡¡  no he podido hacerlo antes¡
Menuda hay liada en la vida de Ina... y lo que queda.

Espero que os guste¡¡
Bss (L)

miércoles, 22 de abril de 2015

Capítulo 5 (Esto no tiene nombre) (+18)

5.

No quería salir del piso en mi vida. Estaba segura de que podría vivir tranquilamente aquí sin tener que ir a ningún lado.

Pero desgraciadamente tenía que ir a clase y ni toda la vergüenza del mundo iba a apartarme de poder terminar la carrera. Ya quedaba muy poco para terminar y no iba a tirarlo por la borda.
No podía hacer nada para evitar verlo en clase. Pero en el edificio era otra cosa.

Todavía recordaba lo que había pasado en su cuarto. Como me tocaba, como me besaba… dios el sabia besar.

Era injusto, no podía quitármelo de la cabeza y él se veía tan fresco como siempre. Ese mismo día lo escuche salir de su piso, y ayer por la mañana y por la tarde también. No ha decidido agobiarme, lo cual está bien. Pero no sé si realmente no quiere ser un pesado o está pasando de mí.

Fue bochornosa la manera en la que salí corriendo de su cuarto. Paula no para de pedir disculpas, pero ella no tiene que disculparse por nada, a la que se le fue la pinza fue a mi… y a él, por que definitivamente yo no estaba sola en esto.

No tenía ni idea de todo lo que se podía fantasear en tan poco tiempo solo con unos cuentos besos y algunos frotamientos… Definitivamente Adair me volvía loca. Cada vez que lo recordaba músculos que no sabía ni que existían se apretaban con placer. No podía evitarlo, me ponía muy caliente.

El trabajo lo terminé como pude, inventándome la mitad de las cosas. Tendría que hablar seriamente con la maestra. Al comparar mi trabajo con algunos de mis compañeros de clase me di cuenta de que no se parecían nada. Mercedes iba a tener unas palabras conmigo.

La noche del martes no dormí, solo pensando que en pocas horas lo vería y que encima tendría que tocarlo.

Cuando llegue a la universidad como ya había esperado Mercedes me dio una charla bastante curiosa. La gracia fue que su consejo era que le pidiera ayuda a Adair en todo lo que no entendiese. Tenía ganas de gritarle que ya había intentado eso y no había terminado muy bien… bueno había terminado bien, pero no en sentido académico.

En el momento en que Adair entro a clase, sentí como si tiraran de mí. Mi piel se calentaba y mi interior ardía nerviosamente.

No deje de mirarlo durante todo el camino hacia mi.

Mientras Mercedes comenzaba con las explicaciones Adair me subió a la camilla y se puso entre mis piernas. El corazón se iba a salir del pecho.

Llevaba unos pantalones cortos sin medias y una camiseta básica bastante ajustadita (y con escote). Sí, me había vestido para la ocasión, tenía que reconocerlo. Me devoró con la mirada, con tal intensidad que tuve que contener un jadeo. Puso sus manos en mis muslos, me dio un apretón para relajarme. Pero en este momento estaba de todo menos relajada.

Se dio la vuelta y prestó atención a lo que estaba diciendo Mercedes, aún apoyado en mis piernas. No conseguía descifrar que pasaba por su cabeza. Pensaba que nuestro encuentro iba a tener más conversación, me imaginaba de todo menos que estuviera tan callado. 

Me quede embobada mirando su espalda, memorizando cada detalle de su nuca y hombros. Me gustaba mucho. El encuentro de su cuarto ni hizo otra cosa que aumentar el deseo que sentía por él. 

¿Adair sentirá lo mismo?

En algún momento Mercedes termino la explicación y yo volvía a mirar ese par de ojos que me tenían loca.

Trazó una línea con sus pulgares por la cara interior de mi muslo, casi llegando a mi intimidad.

—Lamería con mi boca todo el recorrido que están acariciando mis manos. —Inspire bruscamente ante la ola de placer que me provocaron sus palabras. — Cada vez que te veo me acuerdo de cómo sabes, de cómo respondes a mis caricias, de lo dura que me la pones. Te follaría en esta camilla enfrente de toda esta gente si me lo pidieras.

Se lo quería pedir, Dios yo solo quería decir que si a todo. Apoye su frente en la mía.

—Quiero besarte, —jadee. — Quiero terminar lo que empezamos en otro día. Me da igual que no sea éticamente correcto. Solo una vez, tu y yo.

No pudo ocultar el placer que le dieron mis palabras. Yo podía hacer esto. Podía acostarme con él una vez y dejarlo estar. Ya no era una niña. Sabía lo que quería, y lo quería dentro de mi. Nunca pensé que eso fuera posible. Pero también estaba asustada.

Me alteraba mucho y eso era algo que no podía pasar por alto.

—Por el momento vamos a torturarnos. Túmbate y empecemos los ejercicios.

Y eso fue exactamente lo que hicimos, torturarnos. Se sentía también tocarlo como ser tocada.
La clase termino y a mí me quedaba todavía una larga mañana por delante.

—Esta tarde voy a tu casa—, me dijo antes de irse.

Esa frase resonaría en mi cabeza todo el día. Me perseguiría varios meses estaba segura.

—No te lo tomes a mal…—dijo Tatiana, agarrándome del brazo. — Pero ¿por qué casi os violais Adair y tu frente a toda la clase?

—No sé de qué me hablas, —conteste rápido intentando controlar mi sonrojo.

—Vamos por favor, —se quejo Jolie. —A nosotras nos lo puedes contar.

—No hay nada que contar.

—Gabri, en serio, — los ojos de Tatiana me atravesaban. —No se lo vamos a decir a nadie.

Por un momento estuve tentada a contárselo todo. Pero es que no sabía bien que contar.

¿Qué les digo? Que da la casualidad de que el único hombre que me pone es mi vecino además es algo así como mi maestro. Que planeaba tirármelo esta tarde. Al final si tenia algo que decir pero mejor me callaba. Siempre podía desahogarme con Paula que ya lo sabía casi todo, o con Sonia y Azahara.

Tras esquivar el interrogatorio de mis compañeras, nos dedicamos la mayor parte de la mañana a avanzar trabajos y poneros al día con los avances y la practicas.
 Llegue al piso cansadísima. Me eche una siesta que parecía un coma y después comí. No solía saltarme la comida de esa forma, pero estaba molida.  Eran ya las siete de la tarde cuando termine de fregar y organizar mi cuarto.

No fue hasta que escuche la puerta del vecino cuando me acordé “Esta tarde voy a tu casa”.

Al parecer la frase si se me podía olvidar.

Me metí a la ducha corriendo.

—Paula me voy a duchar, — avisé.

—Vale, yo ahora me voy con unos amigos. Cuando salgas no estaré.

—Vale, — ¿sabrá algo?

Me desnude y abrí el grifo. Por suerte ya estaba depilada de los sitios que tenía que estar, por lo que no tardaría mucho. El hecho de que no hubiese venido antes me tenia inquieta, ¿Le habrá pasado algo? ¿Se habrá olvidado?

La puerta del baño se abrió. Paula se había vuelto a olvidar de algo.

 Escuche como se cerraba al instante. Lo que no esperaba para nada era ver a Adair desnudo metiéndose en la ducha conmigo.

—¿Qué haces? ¡Sal de aquí! — intente taparme con la cortina.

—Me voy a duchar contigo, —dijo pícaro. —He venido cansado del trabajo. ¿Te apetece frotarme la espalda?

—Sal de aquí. Ainss por dios, —me tape la cara con las manos.

—Paula no sabe que estoy aquí, —susurro acercándose.

—Qué, —lo miré mal. —¿Ahora traspasas paredes?

—No, pero va a salir con mi hermano y cuando me he enterado de que estabas duchándote no he podido evitar entrar.

Se acercó a mi sonriente. Yo mientras luchaba con la cortina para taparme. Levante el pie y lo puse contra su estomago. Se sentía suave.

—¡No te muevas!, ¿y tu ropa? —mire fuera.

—Me he tomado la libertad de meterla en el canasto, — contestó como si nada. Estaba muy nerviosa.

— ¿Sabes? No tienes por qué informar a tu hermano de cada vez que nos vemos. Tampoco le interesa a Paula. —No quiero perjudicarte si alguien se entera de que eres mi maestro, pensé.

—Héctor no va a decir nada y Paula no lo sabe.

—No estoy segu…

—Gabri, entro un momento que se me olvida el rímel.

Mire a Adair, no me lo podía creer. ¿Qué le pasaba a Paula? ¿Por qué tenía que entrar siempre cuando estaba a solas con él?

Solté la cortina de ducha y la corrí para que abarcara toda la bañera. Agarre a Adair del pelo, ignorando sus quejas y prácticamente lo obligué a tumbarse en la bañera.

La corina era fina y se trasparentaba toda la silueta. No quería arriesgarme a que Paula lo viera.
Paula entro como un terremoto. Antes de que Adair protestara dirigí el chorro de la manguera a su cara obligándolo a callarse.

Paula comenzó a hablar, mientras Adair luchaba por huir del chorro de agua para no ahogarse. Sinceramente no le estaba haciendo caso a Paula.

Aparte el chorro de la cara de llena de muecas de Adair. Lo mire suplicándole que se callase. Milagrosamente me hizo caso.

—… hora llegare. No cierres con llave la puerta. Por cierto…— La mano de Adair me distrajo del parloteo de Paula.

Miré hacia abajo. Estaba gloriosamente desnudo, y muy contento de verme. No sabía que su alegría pudiera ser tan grande. Lo tenía demasiado cerca.

Su mano subió acariciando mi pierna. Sentándose un poco, me agarró sutilmente del culo obligándome a dar un paso hacia el.

—… ¿vale Gabri?. — Sus dos manos abarcaban mi trasero, masajeándolo y acercándome más a él. No podía dejar de mirarlo. Sentía un cosquilleo alucinante por todo mi cuerpo.

—¿Gabri? — di un pequeño salto por la sorpresa cuando escuche a Paula. Adair acercó su nariz a mi sexo, apoyando su frente bajo mi ombligo. Mis manos fueron instintivamente a su cabeza. Trague fuerte mientras el inhalaba mi olor.

—¡Muchacha!, — se quejó Paula.

—Que sí, que sí. No te preocupes, — contestes como pude. Todo mi interior se estaba fundiendo.
—Pues me voy, —y escuche el portazo.

Todo se volvió locura. Adair me cogió la pierna y la puso sobre su hombro. Apoyé las manos en la pared de enfrente. Ni siquiera pude sentir vergüenza por el gemido que deje escapar. Era lo mejor había sentido en mi vida.

La lengua de Adair toco mi clítoris haciéndome perder la cabeza. Lamió, beso y mordisqueó todo a su paso. Sentí su lengua tentando mi entrada, la sensación era devastadora.

Con una mano en su pelo y la otra en la pared para no caerme, balanceé la cadera. No sabía que se pudiera sentir tanto.

Con los pulgares, abrió los labios de mi sexo dando lentos y constantes lametones. Las piernas me temblaban. Estaba a punto de llegar a algo, a algo grande. La manguera de la ducha quedo olvidada en algún lugar en el suelo de la bañera. Mi respiración se atasco cuando introdujo un dedo en mi interior, y ya no pude más. Todo se volvió borroso, todo placer.

—¡¡Aaah!!

Me corrí, duro y fuerte contra él. Ni siquiera estaba segura de si podría volver a tenerme en pie. Toda yo me sentía gelatina.

Supe con toda seguridad que necesitaba volver a sentir algo así, tan bueno que me hacía perder la cabeza. Pero esta vez quería que el también lo sintiera.

Los rápidos latidos de mi corazón resonaban por todo mi cuerpo. Mis pechos se sentían pesados y sensibles. Estaba medio mareada.

No supe muy bien como llegue a mi cama. Cuando abrí lo ojos me encontré directamente con los de Adair, que con la mirada encendida, y colocándose encima de mi, dijo;


—Ahora vas a ser mía.




Hola¡¡ Lo siento por haber tardado tanto en subir capítulo¡ me fue prácticamente imposible escribir antes¡ 
La cosa entre Adair y Gabriela esta muy interesante... y lo que queda¡ 

Espero que os haya gustado¡ 

Bss (L)

jueves, 9 de abril de 2015

Capítulo 4. (Como esquivar al amor)

“ Es sorprendente como te puede cambiar la vida en apenas unas horas…”

4.

—Tener cuidado cuando vayáis a cocinar, no pegarle fuego a la cocina—, me repite mi madre por quinta vez.

Este fin de semana se van a visitar a unos tíos míos que viven en Irlanda. Aunque el viaje era por Tiago, ya que tenía que traerse algunos materiales de allí para su taller o algo así.

Habían pasado ya dos semanas desde el mensaje en el espejo. Cada vez de que cruzaba con Damián no podía evitar mirarle, era guapísimo con sus espaldas anchas, sus ojos color miel y esa cara que debería estas esculpida en alguna estatua de algún Dios Griego.

Las cosas entre nosotros no habían cambiado nada. Intenté varias veces hablar con él a solas, pero cuando lo vi en el instituto con Gema sentada en su regazo, se me quitaron las ganas de intentar hablar con él.

Hay quien dice que las mujeres somos complicadas, eso es porque no han visto a Damián.
No lo entiendo y eso me frustra mucho. Vivimos en un constante tira y afloja. Me peleo con él, vuelve a hacer algo para enamorarme más. Me va a volver loca.

—Hola Isa, — Enzo entra en mi cocina con una mirada petulante. Al momento me pongo tensa, sabe algo que yo no.

—Hola Enzo, ¿cuidaras de Ina y Damián estos cuatro días que no vamos a estar?

—Por supuesto, — dice contento. —Aunque solo por hoy, mañana me voy yo también de excursión con mi Franjo.

Mi madre se ríe, y yo lo miro sin comprender. Se supone que Franjo trabaja este finde, de hecho, teníamos planeado quedarnos aquí viendo películas.

—Entonces, ¿no puedes ir a la competición? —pregunta Tiago. ¿Qué competición?

—No, lo siento. Pero puede ir Ina. Me dijo que le gusto mucho y así Damián y ella se conocen mejor, — dice orgulloso de su plan. Ahora lo entiendo todo. Lo que él no sabe es que Damián prefiere llevarse a cualquiera que no sea yo, porque además de odiarme  no tengo ni idea de motos.

—Pues esa idea me parece estupenda.

—No, —dice Damián apareciendo en la cocina. Lo miro mal. Si no fuera tan guapo y no tuviera que convivir con él, le pegaría con algo en la cabeza.

¿Cómo puede ser tan desagradable? ¿Qué le he hecho?

Durante un momento Tiago y Damián se retan con la mirada.  Yo me siento mal, incomoda. En momentos así lo odio. No me gusta que nadie se pelee por mi culpa.

Siempre me he sentido mal acerca del abandono de mi padre. Mamá casi nunca habla de ese tema, por lo que me hace pensar que mí supuesto padre nos abandono cuando yo nací. Que la abandonó por mi culpa. No sé mucho de cómo era antes, pero ellos estuvieron años juntos y mi padre se fue cuando nací yo.

Ahora, cada vez que veo que Tiago y mi madre se pelean es por cosas con Damián y conmigo. Y no me gusta nada, algo en mi interior se tensa, hace que desee esconderme en alguna parte para no salir nunca. No sé si soy la razón del abandono de mi padre, pero no quiero ser la razón de una ruptura entre ellos.

Enzo me pone la mano en el hombro.

—¿Estás bien?— Lo miro y asiento, intentando librarme de los viejos fantasmas que me atacan.  Todos están mirándome. Damián tuerce ligeramente la cabeza, me he dado cuenta que hace ese gesto cuando esta cavilando algo.

—No preocuparse, —digo entonces. —Yo me quedo aquí. No quiero molestar a Damián.

—No te vas a quedar aquí encerrada todo el fin de semana. Damián te llevara a la carrera y te traerá. Así habrá alguien de la familia cuidándolo y podrás montar en una moto de cross, —sentencia Tiago.

Enzo y yo hacemos una mueca ante lo de familia. Abro la boca para decir que no es necesario que me quedo aquí, pero Damián ya ha salido de la cocina.

Me despido de mi madre y Tiago. Ambos me dan ánimo y suerte, la voy a necesitar.

Hoy es jueves y ya son más de las cinco de la tarde. Mañana tenemos clase, el sábado es la competición de croos y tengo que sobrevivir al domingo por qué nuestros padres regresan el lunes. Y para colmo Enzo no va a estar.

Subimos a mi cuarto y le pregunto lo de la excursión, que al parecer es verdad.

Intento no ponerme nerviosa pero, me voy a quedar sola en una casa con el chico que me gusta… y con las hormonas revolucionadas. Estoy segura de que si nos lleváramos bien no nos dejarían solos tan fácilmente. Tanto Tiago como mi madre saben que lo más probable es que no matemos él uno al otro. ¿Habrán hecho aposta lo de dejarnos solos? ¿Creen que así uniremos lazos? lo dudo

— ¿No te parece raro que te guste tu hermanastro? —pregunta Enzo sentándose en mi cama. Me encojo de hombros. ¿A quien no le gusta Damián?.

—Sería raro si llevara mi sangre, si fuera mi hermano de verdad, o si lo conociese mucho tiempo, porque ya lo vería mas como un hermano. Aunque puede ser que dentro de unos meses ya no me guste.

—Cari, lo dudo mucho. Ese chico no hace otra cosa que marearte. Y te gusta demasiado.

—Ya pero nunca se sabe.

— ¿Qué pensarían Tiago y tu madre del beso?

Un escalofrío me recorre entera al recordar el beso. Pagaría por otro beso de Damián, de eso estaba segura. No quise pensar en las consecuencias de eso, así que cambie de tema.

—Oye, ¿Cómo me trajiste a casa la semana pasada?, —Enzo sonrió tumbándose en mi cama.

—Ya sabes, lo típico. Franjo te sacó de la discoteca, yo te cargué hasta el coche y Damián te metió a la casa y te acostó en tu preciosa y cómoda cama.

—Damián ¿Qué?, —Enzo sonrió. —¡Ay madre! Qué vergüenza.

—No te preocupes, todo el mundo alguna vez se emborracha.

—No es por eso. Al día siguiente me desperté en bragas y sujetador, —Enzo comenzó a reír fuertemente. — Que vergüenza, que mal.

—Lo peor, — dijo Enzo entre carcajadas. — Es que no te acuerdas de como lo hizo, reconócelo.

Si, tenía razón. Suspiré aparatosamente. Damián solo me veía como un problema. Una chica a la que tiene que proteger de borrachos y de sus propias borracheras. Yo no quería que fuese así. Ya era lo bastante mayorcita para cuidar de mi misma.

No podía dejar que esto pasara otra vez. Seguro que él me veía como alguien débil.

Cenamos pizza, sorprendentemente Damián se nos unió. Como siempre hacia, hablaba solo en Enzo y me ignoraba a mí. Ya ni si quiera intentaba participar en la conversación.

Cuando por fin nos quedamos solos en la casa, nos miramos el uno al otro. Me sentía un poco ridícula con mi pijama rojo de jirafas-unicornios o lo que fuera el animal que llevaba estampado, pero ya daba igual, Damián lo tenía más que visto.

Con una última mirada, se metió en su cuarto haciéndome sentir poca cosa. Obviamente yo no era tan bonita para optar a un chico como ese. Tenía demasiadas piedras en el camino.

Con la autoestima por los suelos me fui a dormir. Era la primera noche que pasaba sola en casa, sin mi madre y solo tenía ganas de abrazarla. Me sentía muy sola, como si no encajara en ningún sitio y eso que el fin de semana solo acababa de empezar.   

Tumbada en la cama, comencé a sollozar en silencio mientras miraba el techo. Las lágrimas resbalan por mi ojos y me caían por las sienes. Esto era difícil. Había cambiado de casa, de instituto, casi no veía a mis amigas y lo único que recibía era indiferencia. Respiré entrecortadamente, todo merecía la pena por la felicidad de mi madre, todo.

La puerta se abrió, asustándome por un momento. Vi a Damián, tan guapo como siempre. Sus pantalones de pijama colgaban por sus caderas de manera indecente e iba sin camiseta.  Era uno de esos chicos que tenia la V muy marcada y un pecho por el que lloraría más de un modelo.

Por un momento se sorprendió al verme llorar, yo no me moleste en secarme las lagrimas. Aparte la vista mirando hacia la ventana, donde esta noche se veía la luna.

Cerró la puerta de mi cuarto. Yo pensaba que se había ido, pero segundos después la cama se hundió.

Me puse sorprendentemente tensa e intenté alejarme. Su brazo desnudo apareció en mi campo de visión enjaulándome, uno a cada lado de mi cabeza. Lo mire si entender. ¿Qué hacia aquí? ¿Qué buscaba?

Descendió lentamente y beso mi mejilla. Nunca un acto me había parecido tan íntimo, era como una caricia. Lloré más fuerte ante las sensaciones que azotaron mi cuerpo, no lo entendía a él, no me entendía a mí.

—Si estas llorando por algo que he hecho, déjame decirte que no merece la pena. Soy un gilipollas Ina, por favor para, —dijo secándome las lagrimas con los pulgares.

Levante mis manos y acaricie su rostro. Apoyo su frente en la mía. Todo me parecía tan irreal… Quería grabar este momento en mi mente.
 El tacto de su piel en mis manos me causaba un agradable cosquilleo en ellas.  

—Lloro por todo, —le dije con los ojos cerrados. Muchas cosas pasaban por mi cabeza. El dolor, la soledad, la confusión, el consuelo…

—¿Qué haces aquí? —pregunté. Negó con la cabeza.

—No lo sé. —La confusión era obvia en su mirada. Algo me dio esperanza. Damián estaba tan perdido como yo. — Voy a dormir contigo, pero no quiero confusiones ni malos entendidos. Simplemente somos dos conocidos durmiendo en la misma cama.

—¿Y si yo quiero una explicación?, ¿un porqué?. —Se metió en mi cama y me abrazo desde atrás. Entrelazo sus dedos y los míos y me atrajo todo lo que pudo hacia él. Mi cabeza descansaba en su brazo. Mi espalda en su pecho.

—¿Puede ser esta noche así? —preguntó. — Mañana volveré a ser el de siempre y podrás odiarme, —me acurruque contra él.

—No te odio, tu a mi sí.

—Puede ser. Ahora duerme, te prometo que mañana todo seguirá como siempre.

— ¿Y si yo no quiero eso?, —me atreví a preguntar.

—Entonces ahora mismo me levantaré y me iré a mi cuarto.

No entendía nada. Absolutamente nada. Pero estaba lo suficientemente enamorada de Damián para coger lo poco que quisiera darme.

El calor de su cuerpo contra el mío era más que agradable. El ritmo de su respiración y el latido de su corazón me calmaron mejor que cualquier medicina.

Los fantasmas de todo el día empezaban a desaparecer. Como había dicho Damián, me quedaría con este momento. Lo recordaría como si fuese un sueño.

Puedo parecer tonta solo aferrándome a esto. Pero era más de lo que me había imaginado. Quería hablar con él. Explicarle muchas cosas y que él me contara las suyas. Pero tendría que ser otro día, tendría que ser poco a poco.

Estaba decidida a entender a Damián y tenía un fin de semana a solas con él para hacerlo.

Levante nuestras manos entrelazadas y bese su mano. Note como se le entrecortaba la respiración.


Mi humor comenzó a cambiar, esa noche no iba a ser tan mala como pensaba. Ya no me sentía tan sola.


Holaa¡ espero que os haya gustado¡ Bss (L) :)