jueves, 9 de abril de 2015

Capítulo 4. (Como esquivar al amor)

“ Es sorprendente como te puede cambiar la vida en apenas unas horas…”

4.

—Tener cuidado cuando vayáis a cocinar, no pegarle fuego a la cocina—, me repite mi madre por quinta vez.

Este fin de semana se van a visitar a unos tíos míos que viven en Irlanda. Aunque el viaje era por Tiago, ya que tenía que traerse algunos materiales de allí para su taller o algo así.

Habían pasado ya dos semanas desde el mensaje en el espejo. Cada vez de que cruzaba con Damián no podía evitar mirarle, era guapísimo con sus espaldas anchas, sus ojos color miel y esa cara que debería estas esculpida en alguna estatua de algún Dios Griego.

Las cosas entre nosotros no habían cambiado nada. Intenté varias veces hablar con él a solas, pero cuando lo vi en el instituto con Gema sentada en su regazo, se me quitaron las ganas de intentar hablar con él.

Hay quien dice que las mujeres somos complicadas, eso es porque no han visto a Damián.
No lo entiendo y eso me frustra mucho. Vivimos en un constante tira y afloja. Me peleo con él, vuelve a hacer algo para enamorarme más. Me va a volver loca.

—Hola Isa, — Enzo entra en mi cocina con una mirada petulante. Al momento me pongo tensa, sabe algo que yo no.

—Hola Enzo, ¿cuidaras de Ina y Damián estos cuatro días que no vamos a estar?

—Por supuesto, — dice contento. —Aunque solo por hoy, mañana me voy yo también de excursión con mi Franjo.

Mi madre se ríe, y yo lo miro sin comprender. Se supone que Franjo trabaja este finde, de hecho, teníamos planeado quedarnos aquí viendo películas.

—Entonces, ¿no puedes ir a la competición? —pregunta Tiago. ¿Qué competición?

—No, lo siento. Pero puede ir Ina. Me dijo que le gusto mucho y así Damián y ella se conocen mejor, — dice orgulloso de su plan. Ahora lo entiendo todo. Lo que él no sabe es que Damián prefiere llevarse a cualquiera que no sea yo, porque además de odiarme  no tengo ni idea de motos.

—Pues esa idea me parece estupenda.

—No, —dice Damián apareciendo en la cocina. Lo miro mal. Si no fuera tan guapo y no tuviera que convivir con él, le pegaría con algo en la cabeza.

¿Cómo puede ser tan desagradable? ¿Qué le he hecho?

Durante un momento Tiago y Damián se retan con la mirada.  Yo me siento mal, incomoda. En momentos así lo odio. No me gusta que nadie se pelee por mi culpa.

Siempre me he sentido mal acerca del abandono de mi padre. Mamá casi nunca habla de ese tema, por lo que me hace pensar que mí supuesto padre nos abandono cuando yo nací. Que la abandonó por mi culpa. No sé mucho de cómo era antes, pero ellos estuvieron años juntos y mi padre se fue cuando nací yo.

Ahora, cada vez que veo que Tiago y mi madre se pelean es por cosas con Damián y conmigo. Y no me gusta nada, algo en mi interior se tensa, hace que desee esconderme en alguna parte para no salir nunca. No sé si soy la razón del abandono de mi padre, pero no quiero ser la razón de una ruptura entre ellos.

Enzo me pone la mano en el hombro.

—¿Estás bien?— Lo miro y asiento, intentando librarme de los viejos fantasmas que me atacan.  Todos están mirándome. Damián tuerce ligeramente la cabeza, me he dado cuenta que hace ese gesto cuando esta cavilando algo.

—No preocuparse, —digo entonces. —Yo me quedo aquí. No quiero molestar a Damián.

—No te vas a quedar aquí encerrada todo el fin de semana. Damián te llevara a la carrera y te traerá. Así habrá alguien de la familia cuidándolo y podrás montar en una moto de cross, —sentencia Tiago.

Enzo y yo hacemos una mueca ante lo de familia. Abro la boca para decir que no es necesario que me quedo aquí, pero Damián ya ha salido de la cocina.

Me despido de mi madre y Tiago. Ambos me dan ánimo y suerte, la voy a necesitar.

Hoy es jueves y ya son más de las cinco de la tarde. Mañana tenemos clase, el sábado es la competición de croos y tengo que sobrevivir al domingo por qué nuestros padres regresan el lunes. Y para colmo Enzo no va a estar.

Subimos a mi cuarto y le pregunto lo de la excursión, que al parecer es verdad.

Intento no ponerme nerviosa pero, me voy a quedar sola en una casa con el chico que me gusta… y con las hormonas revolucionadas. Estoy segura de que si nos lleváramos bien no nos dejarían solos tan fácilmente. Tanto Tiago como mi madre saben que lo más probable es que no matemos él uno al otro. ¿Habrán hecho aposta lo de dejarnos solos? ¿Creen que así uniremos lazos? lo dudo

— ¿No te parece raro que te guste tu hermanastro? —pregunta Enzo sentándose en mi cama. Me encojo de hombros. ¿A quien no le gusta Damián?.

—Sería raro si llevara mi sangre, si fuera mi hermano de verdad, o si lo conociese mucho tiempo, porque ya lo vería mas como un hermano. Aunque puede ser que dentro de unos meses ya no me guste.

—Cari, lo dudo mucho. Ese chico no hace otra cosa que marearte. Y te gusta demasiado.

—Ya pero nunca se sabe.

— ¿Qué pensarían Tiago y tu madre del beso?

Un escalofrío me recorre entera al recordar el beso. Pagaría por otro beso de Damián, de eso estaba segura. No quise pensar en las consecuencias de eso, así que cambie de tema.

—Oye, ¿Cómo me trajiste a casa la semana pasada?, —Enzo sonrió tumbándose en mi cama.

—Ya sabes, lo típico. Franjo te sacó de la discoteca, yo te cargué hasta el coche y Damián te metió a la casa y te acostó en tu preciosa y cómoda cama.

—Damián ¿Qué?, —Enzo sonrió. —¡Ay madre! Qué vergüenza.

—No te preocupes, todo el mundo alguna vez se emborracha.

—No es por eso. Al día siguiente me desperté en bragas y sujetador, —Enzo comenzó a reír fuertemente. — Que vergüenza, que mal.

—Lo peor, — dijo Enzo entre carcajadas. — Es que no te acuerdas de como lo hizo, reconócelo.

Si, tenía razón. Suspiré aparatosamente. Damián solo me veía como un problema. Una chica a la que tiene que proteger de borrachos y de sus propias borracheras. Yo no quería que fuese así. Ya era lo bastante mayorcita para cuidar de mi misma.

No podía dejar que esto pasara otra vez. Seguro que él me veía como alguien débil.

Cenamos pizza, sorprendentemente Damián se nos unió. Como siempre hacia, hablaba solo en Enzo y me ignoraba a mí. Ya ni si quiera intentaba participar en la conversación.

Cuando por fin nos quedamos solos en la casa, nos miramos el uno al otro. Me sentía un poco ridícula con mi pijama rojo de jirafas-unicornios o lo que fuera el animal que llevaba estampado, pero ya daba igual, Damián lo tenía más que visto.

Con una última mirada, se metió en su cuarto haciéndome sentir poca cosa. Obviamente yo no era tan bonita para optar a un chico como ese. Tenía demasiadas piedras en el camino.

Con la autoestima por los suelos me fui a dormir. Era la primera noche que pasaba sola en casa, sin mi madre y solo tenía ganas de abrazarla. Me sentía muy sola, como si no encajara en ningún sitio y eso que el fin de semana solo acababa de empezar.   

Tumbada en la cama, comencé a sollozar en silencio mientras miraba el techo. Las lágrimas resbalan por mi ojos y me caían por las sienes. Esto era difícil. Había cambiado de casa, de instituto, casi no veía a mis amigas y lo único que recibía era indiferencia. Respiré entrecortadamente, todo merecía la pena por la felicidad de mi madre, todo.

La puerta se abrió, asustándome por un momento. Vi a Damián, tan guapo como siempre. Sus pantalones de pijama colgaban por sus caderas de manera indecente e iba sin camiseta.  Era uno de esos chicos que tenia la V muy marcada y un pecho por el que lloraría más de un modelo.

Por un momento se sorprendió al verme llorar, yo no me moleste en secarme las lagrimas. Aparte la vista mirando hacia la ventana, donde esta noche se veía la luna.

Cerró la puerta de mi cuarto. Yo pensaba que se había ido, pero segundos después la cama se hundió.

Me puse sorprendentemente tensa e intenté alejarme. Su brazo desnudo apareció en mi campo de visión enjaulándome, uno a cada lado de mi cabeza. Lo mire si entender. ¿Qué hacia aquí? ¿Qué buscaba?

Descendió lentamente y beso mi mejilla. Nunca un acto me había parecido tan íntimo, era como una caricia. Lloré más fuerte ante las sensaciones que azotaron mi cuerpo, no lo entendía a él, no me entendía a mí.

—Si estas llorando por algo que he hecho, déjame decirte que no merece la pena. Soy un gilipollas Ina, por favor para, —dijo secándome las lagrimas con los pulgares.

Levante mis manos y acaricie su rostro. Apoyo su frente en la mía. Todo me parecía tan irreal… Quería grabar este momento en mi mente.
 El tacto de su piel en mis manos me causaba un agradable cosquilleo en ellas.  

—Lloro por todo, —le dije con los ojos cerrados. Muchas cosas pasaban por mi cabeza. El dolor, la soledad, la confusión, el consuelo…

—¿Qué haces aquí? —pregunté. Negó con la cabeza.

—No lo sé. —La confusión era obvia en su mirada. Algo me dio esperanza. Damián estaba tan perdido como yo. — Voy a dormir contigo, pero no quiero confusiones ni malos entendidos. Simplemente somos dos conocidos durmiendo en la misma cama.

—¿Y si yo quiero una explicación?, ¿un porqué?. —Se metió en mi cama y me abrazo desde atrás. Entrelazo sus dedos y los míos y me atrajo todo lo que pudo hacia él. Mi cabeza descansaba en su brazo. Mi espalda en su pecho.

—¿Puede ser esta noche así? —preguntó. — Mañana volveré a ser el de siempre y podrás odiarme, —me acurruque contra él.

—No te odio, tu a mi sí.

—Puede ser. Ahora duerme, te prometo que mañana todo seguirá como siempre.

— ¿Y si yo no quiero eso?, —me atreví a preguntar.

—Entonces ahora mismo me levantaré y me iré a mi cuarto.

No entendía nada. Absolutamente nada. Pero estaba lo suficientemente enamorada de Damián para coger lo poco que quisiera darme.

El calor de su cuerpo contra el mío era más que agradable. El ritmo de su respiración y el latido de su corazón me calmaron mejor que cualquier medicina.

Los fantasmas de todo el día empezaban a desaparecer. Como había dicho Damián, me quedaría con este momento. Lo recordaría como si fuese un sueño.

Puedo parecer tonta solo aferrándome a esto. Pero era más de lo que me había imaginado. Quería hablar con él. Explicarle muchas cosas y que él me contara las suyas. Pero tendría que ser otro día, tendría que ser poco a poco.

Estaba decidida a entender a Damián y tenía un fin de semana a solas con él para hacerlo.

Levante nuestras manos entrelazadas y bese su mano. Note como se le entrecortaba la respiración.


Mi humor comenzó a cambiar, esa noche no iba a ser tan mala como pensaba. Ya no me sentía tan sola.


Holaa¡ espero que os haya gustado¡ Bss (L) :)

No hay comentarios:

Publicar un comentario